La industria japonesa dedicada a replicar alimentos es tan rara como provechosa.

La avenida Kappabashi de Tokio concentra varias tiendas que ofrecen gastronomía nipona en versión plástica, mientras que en el pueblo de Gujo están la mayoría de los talleres artesanales.

Sábado por la mañana en el barrio tokiota de Asakusa, más precisamente en la avenida Kappabashi. De pronto algo llama mi atención: un plato de fideos en la entrada de una tienda tiene su base pegada a la pared, está perpendicular al suelo pero los fideos no se caen. Venden comida, pero mejor no hincarle el diente a nada en esta calle, pues se trata de comida de plástico. A un lado y al otro de la calle hay tiendas de sampuru o “muestras de comida” en japonés. Aquí, si uno quiere comprar pollo plástico, tiene para elegir alita, pechuga, pata o el pollo entero, todo en dos colores, bien cocido e intermedio. La verdulería ofrece desde una hoja de lechuga suelta hasta el brócoli picado. La tienda incluye una pescadería y una carnicería.

En Japón los comensales observan el escaparate antes de leer el menú de un restaurante, algo muy conveniente también para los turistas que no saben leer ideogramas

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