En la que fuera la última casa habitada por el expresidente Antonio López de Santa Anna, El Bajío ofrece una experiencia  donde se entrelazan la arquitectura,  el diseño y la comida tradicional mexicana.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

«Un amigo nos enseñó la casa y nos encantó. Hace tres años empezamos con este proyecto y se demoraron dos años en aprobarlo. La  restauración estuvo  a cargo de la arquitecta Ximena Covarrubias, y logramos reabrir las puertas de esta casona neocolonial protegida por el INAH. Todos los materiales son de época. Tratamos de salvar todo como el barandal, los cristales, las columnas de piedra y la escalera de mármol. Hicimos más de quinientos planos para detallar todo. Las paredes están pintadas con oxical como en esa época. En el siglo XIX entraban a la casa con el caballo y todavía se conserva el  bevedero» comenta Raúl Ramírez Degollado.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

En el Salón Santana se dice que murió el expresidente. La casa cuenta además con los salones  Otomí, Canastos, Corazones, Oro, Amate, Catrinas, Ollitas o el Patio Central son perfectos para cualquier ocasión y cada uno tiene su propia atmósfera.

Las ideas son del arquitecto de Luis  Enrique Noriega y de Carmen «Titita» Ramírez Degollado. Ella tiene piezas extraordinarias y únicas que se conservan en el Bajío original, que se fundó  en 1972 por Raúl Ramírez Degollado y Alfonso Hurtado Morellón.  Ahora cuenta con diecinueve establecimientos supervisados por Titita,  quien le ha inyectado su pasión por la tradicional cocina mexicana a los deliciosos platillos de todos los restaurantes El Bajío. 

Las delicias que disfrutamos: Chile en nogada; garnachas orizabeñas y  empanada de plátano rellena de frijol

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