LA VARIETAL MALBEC llegó a Argentina en 1852, una época de la que todavía se conservan sistemas de riego antiguos (conocidos como acequias) que son herencia de los aborígenes huarpes que vivían en la zona.

Las vides argentinas solían plantarse en valles donde el calor garantizaba la madurez y la tierra era más fácil de trabajar. Con el tiempo se dieron cuenta que la altitud ayuda a que la uva retenga su acidez y que de estas condiciones se desprenden vinos que reflejan madurez, con taninos equilibrados.

 

Una nueva generación de enólogos y agrónomos argentinos investigan profundamente el terroir y descubren nuevas expresiones de esta uva. “Empezamos a hacer vinos totalmente distintos”, cuenta JUAN PABLO MICHELINI de la Bodega Zorzal. “Presentamos varietales malbec salvajes con olor a tiza, a yeso y con una estructura tánica más fi losa, no tan redonda. Cuando empezamos a mostrar nuestros vinos con un estilo más austero nos llamaban ‘los locos’ y hoy el mundo nos entendió y nos miró con otros ojos a nosotros y a Argentina», añade.

“No conozco otra variedad que tenga la plasticidad y la adaptabilidad a los distintos lugares como la malbec”, dice SANTIAGO ACHAVAL de Achaval Ferrer, la primera bodega en hacer single vineyard wines, siguiendo la máxima de que son los viñedos los que tienen la capacidad para imprimir carácter a las bodegas y no al contrario.

“Los enólogos necesitan más que aprender cosas, desaprender lo que les han enseñado. En la escuela les enseñan una enología segura, sin riesgos. Mi teoría es traer una gran uva a la bodega y trabajarla muy poquito. Hay que criar los taninos en el viñedo para que los polifenoles tengan una condición tánica amable”, concluye.

 

EL MEJO DEL MUNDO

En Vinexpo, la feria internacional de la industria del vino que se lleva a cabo cada dos años en Burdeos, Francia, el vino Trapiche Terroir Series Malbec 2015, Finca Coletto fue galardonado como el mejor del mundo.

En cata su enólogo Sergio Casé lo describe con aromas a fruta madura de cassis y notas especiadas de pimienta blanca y regaliz. Entrada en boca fresca, con taninos envolventes, delicados y deliciosos. Un vino de muy buena acidez, alegre, que deja un recuerdo muy frutoso y jugoso y con una leve nota mineral de grafito. El vino proviene de un viñedo de más de 60 años en El Peral, Tupungato a 1.200 metros de altitud y forma parte del proyecto Terroir Series, un homenaje a productores de vino independientes.

 

JUAN NAVARRO, de la bodega Las Cañitas, advierte que la peculiaridad de sus vinos es otorgada por el terreno: una zona de grandes lagos, criaderos de trucha y sembradíos de zarzamoras, grosellas y frambuesas. En sus viñedos, ubicados fuera del circuito vitivinícola argentino en el Valle de Calamuchita, se aprovechan los suelos ricos en hongos silvestres, piedra de cuarzo y micas del valle.

 

 

 

 

 

MARCELO PELLERITI, el enólogo argentino que obtuvo 100 puntos Parker con el vino Château La Violette, le apuesta a los ensamblajes y está convencido que Argentina se convertirá en un país reconocido por sus vinos de guarda. Pelleriti, también asesor de la Bodega Algodón, realiza un trabajo puntilloso (que implica macerar la uva durante 60 días en la barrica y luego una microvinifi cación con casi total ausencia de oxígeno y temperaturas homogéneas) para lograr vinos expresivos con buena estructura, pero aterciopelados y con un potencial de guarda enorme.

 

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