Conocimos dos talentos enamorados de su profesión que con gran entrega mueven y emocionan. Innovan con conocimiento y logran magia con unos cuantos ingredientes. Aquí sus historias.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

EL RESTAURANTE Moxi cumple diez años y Bruce James (Matilda) decidió celebrarlo a lo grande, como acostumbra cada vez que hace un cambio.

Moxi inicia una nueva etapa y Bruce le apuesta a estos dos artistas: Paul Bentley en la cocina y Claudio Limón en el arte. Un encuentro único que con un entusiasmo contagioso nos lleva a ese lugar donde prima la creatividad.

Paul Bentley con nombre propio

«Tengo que respetar las raíces de Moxi que desde el inicio las basó en la cocina mexicana. Ahora el restaurante cuenta con una carta pequeña y propongo platillos especiales que cambian constantemente. En todos mis restaurantes mantengo una calidad constante, aunque yo no esté presente. Mi plan es visitar Moxi al menos una vez al mes. Max, mi chef ejecutivo, me apoya y siempre estamos presentes uno de los dos en cada proyecto. Creo en mi equipo y lo protejo».

En la actualidad, Bentley maneja diez restaurantes y dentro de su proyección está el deseo de abrir taquerías en varias partes del mundo, hasta llegar a 30.

Por ahora la de Hawái es un éxito. Importan el maíz de Oaxaca y lo nixtamalizan allá. Inclusive producen queso oaxaca para lograr quesadillas auténticas. Como en Hawái hay piña- para dar y regalar – y un cerdo de gran calidad, es lógico que el más vendido sea el taco al pastor.

«Yo viajo mucho y me he vuelto un experto en room service y entiendo que la gente quiere opciones ligeras y relajadas que apacigüen el hambre. No me gustan las cartas largas, lo cual ayuda en la operación del hotel. Hacemos comida con buen sabor.

Rib eye con puré de zanahoria rostizada y persillade
by Paul Bentley en Moxi.

«Mi sueño para el futuro es hacer un restaurante con 15 sillas que abra tres días a la semana. Me gustaría llegar a este punto… porque cocinar me encanta y nunca lo dejaré de hacer», concluye.

Todo se conecta finalmente en el plato y celebramos a Moxi con paté de campaña con alioli y ensalada; tortellini de barbacoa acompañado de garbanzo frito sobre un caldo de cordero; lobina con alubias, estofado de camarón y tocino, puré de ajo negro en un fondo de pescado; rib eye, jus de res con puré de zanahoria rostizada, cebolla escabechada y persillade (salsa con base de perejil y ajo).

De postre cheescake quemado y culís de frutos rojos. Y por supuesto, acompañado con Champagne Veuve Cliquot.

 

 

 

 

Cheesecake quemado y culís de
frutos rojos en Moxi.
Deliciosas Zanahorias en
Bovine.
Extraordinarios cócteles en
Bovine.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Claudio Limón: Una visión diferente

Empezó a pintar a los diez años en su pueblo natal cerca de Guadalajara. De padre rotulista y madre modista creció en un ambiente creativo. De niño ganó el premio en el reconocido concurso: El niño y la Mar.

«Mi mamá me inscribió en clases de pintura y tuve la formación de Bellas Artes gracias a ella. Conozco todas las técnicas y las proporciones. Luego estudié diseño gráfico en Guadalajara.

«Estuve un tiempo en publicidad y poco a poco empecé a mezclar la pintura con el diseño y así me convertí en ilustrador. Muchas marcas me empezaron

a contratar porque encontraban que yo entendía el lenguaje de publicidad, pero desde un punto de vista artístico.

Tengo una visión diferente porque entiendo los dos mundos y los mezclo».

 

 

Cuando Claudio regresó de Nueva York -donde vivió tres años- lo recibe Jalisco como se merece un artista. Aplaudieron su intervención en Times Square, invitado por un grupo de artistas de Brooklyn, donde presentó un autorretrato con la cara pintada con bordados mexicanos, para acentuar que la cultura se lleva hasta en la piel. Muy pronto expuso en Casa Jalisco, Guadalajara y ahí conoció a Bruce quien luego lo invitó a intervenir el hotel Matilda.

«La idea era tener un contraste entre el espacio de Moxi y el del muro frente a la alberca. Hice una versión nueva. Jugué con otros colores inspirados en el entorno y con notas basadas en las pinturas de Frida Kahlo.

«Mi maestra me enseñó a observar una escena y grabarla en mi mente para luego interpretarla a mi manera. Además, mi madre me inculcó a mirar y no perder los detalles y el sentido de admiración de las cosas. Por eso siempre incluyo en mi obra ojos. En mi obra prima reflejar un sentimiento de alegría, de buena vibra y de bienestar».

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