Seiscientos kilómetros de costa y una campiña espectacular llevaron a los impresionistas a representar Normandía en sus luminosas pinturas. También inspiraron a grandes cocineros para ofrecer una estupenda propuesta gastronómica abarrotada de historia y arte.

La encantadora arquitectura doméstica tradicional normanda, caracterizada por sus entramados de madera a la vista sobre una base de ladrillos y piedra rellenada con tapial, abunda todavía hoy en la campiña de la Baja y la Alta Normandía.

La arquitectura medieval normanda tuvo su esplendor entre los siglos X y XIV. Dejó su huella tanto en la región como en la vecina Inglaterra, por entonces unida al ducado de Normandía. Cuenta con hermosos edificios románicos, pero sobre todo góticos, desde el clásico hasta el flamígero.

 

 

 

 

PUEBLOS BONITOS DE LA SUIZA NORMANDA

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La gran curiosidad por visitar los pueblos normandos y admirar su arquitectura nos llevó de la mano a conocer los productos gastronómicos que la hacen tan famosa.

Recorrimos “la suiza” normanda pintada con verdes praderas, bosques y vertientes abruptas.

En los alrededores del pintoresco pueblo de Clécy habitan productores de quesos y sidras. Nos perdimos entre los recovecos de sus carreteras hasta parar en un auberge para disfrutar de una deliciosa chuleta de ternera con crema normanda.

Subimos la montaña en busca de una pequeña casa productora de quesos de cabra exquisitos. La dueña nos recibió encantada y nos permitió degustar sus quesos, cada uno con distintos tiempos de afinamiento.

 

 

 

 

HONFLEUR, CIUDAD DE PINTORES

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Fue un gran inicio dirigirnos a Honfleur, uno de los puertos más pintorescos de Francia, ubicado al sur del estuario del Sena y conocido como “la joya de Normandía”, donde cada rincón es una postal.

Aquí familias pudientes construyeron sus casas de gran altura, amontonadas una junto a la otra, especialmente alrededor del Vieux Bassin, con colores vivos que se reflejan en el agua.

A su lado izquierdo se encuentra un clásico carrusel y desde ahí inicia la calle principal que lleva a la plaza Sainte-Catherine, donde cada miércoles se instala un mercado ecológico frente a la iglesia del siglo XVI construida por los trabajadores de los astilleros.

 

Honfleur fue edificada esencialmente para el comercio. Durante la Guerra de los Cien Años, un rey francés fortificó este puerto estratégico, pero eso no impidió que los ingleses asumieran el control durante varias décadas.

La ciudad es conocida por su gastronomía y, aunque es pequeña, cuenta con excelentes restaurantes que extienden sus terrazas a través del muelle y es un privilegio

privilegio encontrar sitio para sentarse a tomar una copa y admirar las velas de los botes que se mueven suavemente con una brisa dulce que lo acaricia todo.

Nos encontramos con nuestra hostess del Chambre chez L’Habitant Capucine y buscamos dónde estacionar el auto.

El truco está en hacerlo en las colinas fuera del centro porque es gratuito. La casita donde llegamos es típica de la zona y está ubicada en pleno centro, en la calle Capucine. En la subida se encuentra la Crêperie des

Arts, galerías de arte y una tabaquería donde puedes adquirir mapas e información de la zona. Lo primero que hicimos fue tomarnos un pastis (bebida a base de anís) en la brasserie La Maison Bleue, ubicada en una esquina privilegiada, y ver a la gente pasar.

Con apetito llegamos al restaurante Le Fleuron, donde el chef Romain Madamet (Le Bristol, Le Grand Pan) sirve porciones generosas, productos locales y platos al estilo bistronomique: gastronómicos por su calidad y con la simplicidad de un bistrot. Un pizarrón proponía sopa de cebolla con chorizo en brunoisecomté y crutones; caballa a la plancha; mejillones marineros o un magnífico corte de carneacompañado de zanahorias glaseadas. También sardinas grilladas de St.-Gilles y terrina de foie gras con chutney de higos. De postre, crumble de manzanas, peras y caramelo.

Los productos en Le Fleuron tienen nombre y apellido. Las legumbres de Jean-Marc Bias, de Ablon; los lácteos y huevos vienen de la Houssaye en Saint-Pierre- du-Val; los pescados de Belon y las langostas de Cotentin.

Le Fleuron es un lugar en el departamento de Calvados que merece el viaje. Bien lo dice la Guía Michelin: Fleur du Sel es el sofisticado restaurante del chef Vincent Guillon, donde te dan opción de escoger entre dos tipos de menú degustación. Una sala luminosa luce los platos inspirados en las madres normandas, reinventando recetas básicas que reflejan su terroir.

Optamos por probar el tartar de dorado royale con toronja y sorbete de jengibre; muselina de queso fresco y sarraceno; bacalao con corazón de apio al limón con espinaca baby. Cerramos con espuma de camembert

con dátiles y caramelos de sidra, muy original; velouté de coco y fresas marinadas con yogurt griego y emulsión de miel y jengibre. Servicio impecable. Íntimoy contemporáneo.

ARTE NORMANDO

Bayeux es una parada esencial para ver los tapices bordados en lino con hilos de lana, teñidos con tintes vegetales que ilustran la arqueología naval. También son conocidos los encajes, bordados y porcelanas de Bayeux.

El famoso Tapiz de Bayeux se conservó cuidadosamente a lo largo de los siglos y se exhibe en una vitrina especialmente diseñada que permite apreciarlo en su totalidad. El primer registro escrito de esta obra data de 1476, cuando se inventarió en el tesoro de la catedral de Bayeux.

Probablemente fue encargado en la década de 1070 por el obispo Odo de Bayeux, medio hermano de Guillermo el Conquistador.

Rouen es una ciudad de 2,000 años de antigüedad y mezcla arquitectura gótica con casas de entramado de madera en el casco antiguo de la ciudad, el cual se salvó de los bombardeos aliados de la Segunda Guerra Mundial. Un pueblo amigable y habitado por gente joven que pasea a diario por sus calles peatonales empedradas.

Claude Monet plasmó la catedral de Rouen, entre 1892 y 1894, en 31 lienzos que muestran su fachada gótica bajo diferentes condiciones de luz. El Museo de Beaux Arts de Rouen alberga pinturas de impresionistas que difícilmente puedes ver en otras partes del mundo.

Los mercados regionales deben visitarse para conocer otro tipo de productos normandos como las tripes viroises (tripas) al estilo Caen; la andouille de Vire, el embutido normando más reputado;terrina de faisán al calvados, mermelada de manzana y ruibarbo, caramelos de mantequilla salada; vinagre de sidra y Pommeau de Normande, un aperitivo producido mediante la mezcla de zumo de manzana sin fermentar con calvados.

Deauville proporciona un cambio de escenario, con sus 1,900 villas, residencias típicamente normandas, con tiendas de entramado de madera con logos de grandes marcas, elegantes hoteles de lujo y sombrillas de colores en la playa. En Deauville, el caballo es el rey. Existen varias pistas de carreras, salto y polo. Deauville vive para y por el caballo.

Fue un pequeño pueblo agrícola situado en el monte Canisy con vistas al mar. Agrupados en torno a la iglesia de Saint-Laurent, el centenar de habitantes de “Dosville” esencialmente vivían de la agricultura y la ganadería. Hoy en día, la ciudad se ha comprometido con un enfoque global de la protección al medio ambiente, incluyendo la creación de un Área de Protección del Patrimonio Arquitectónico, Urbano y Paisajístico.

PRODUCTOS NORMANDOS

Normandía es famosa por su rica campiña, la cual provee fértiles prados para el pastoreo. La producción de lácteos de la región es renombrada y los quesos normandos son conocidos mundialmente: camembert, livarot, Pont l’Evêque, neufchâtel, el queso normando más antiguo; el vach’Mentbon y Brillat-Savarin. Y, por supuesto, la crema y mantequilla de Isigny.

Les moules de Barfleur son mejillones salvajes provenientes de los yacimientos naturales de su puerto. Se preparan con crema, a la marinera con tomate y a la normanda, que consiste en cocinarlos con manzanas y crema fresca. Las ostras son enormes y se comen con salsa mignonette o con mantequilla de Isigny.

En Pennedepie nos sorprendimos al ver los almendros en flor en los jardines de las casas de techo de paja, ladrillo y madera. Allí divisamos los huertos de manzanos y la sidrería, Manoir d’Apreval, donde degustamos calvados y la sidra del Pays d’Auge. Esta es la ruta de la sidra, que abarca cuarenta kilómetros de pueblos y goza de Denominación de Origen, con más de una veintena de productores. Hay que detenerse en Beuvron en Auge y probar el soufflé de manzana con calvados o la tarta flan normand, hecha de crema pastelera mezclada con manzanas. Es un must.

 

 

 

 

 

 

Los mercados en Calvados son la mejor manera de entender la cultura regional: los viernes en la mañana se montan en Caen; los domingos, el de Pont l’Évêque se instala en la plaza Foch, y también vale la pena visitar Saint-Pierre-Sur-Dives, un mercado cubierto muy famoso por su atmósfera medieval.

Normandía es para disfrutar con los ojos, y con el paladar entender su cultura y experimentar los sabores únicos de la región.

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