Después de treinta y seis horas de vuelo llego a Hoi An. Me saco los zapatos para poder ingresar a hacer mi registro en el Village Moon Home Stav. Este Airbnb se encuentra a 2 kilómetros del centro de Hoi An.
A mi habitación no le falta detalle. Está impecable por tan solo 29 dólares diarios.El jet lag hace de las suyas. No sabía que los gallos empiezan a cantar desde las 4 de la mañana. Me acostumbraré.
Al día siguiente me dirijo al pueblo. Se requiere de cierta destreza para manejar una bicicleta entre la multitud. Ya me veo bajada de la bici encartada y arrastrándola o empujándola. Decido caminar.
Atravesé el patio del vecino y quedo admirada con los árbles de kumquat que está regando. Es la época de año nuevo y la costumbre es colocar uno de estos árboles frente a la casa para atraer la prosperidad.
Thoung, quien está a cargo de la recepción, me acompañó a un cajero donde retiré dos millones de dong, lo que es un poco menos de 100 dolares. Fuimos a comprar un sim card para el i phone. Se requiere de pasaporte para hacer el trámite. Costó 200 mil dong el sim y 40 minutos de tiempo.
Luego fuimos a Seeding, un restaurante que ayuda a jóvenes con desventajas. Este programa se llama Laguna Lâng Co bajo la programación interna de Banyan Tree. El propósito es dotar herramientas a chicos como Hông, Vi, Phuong, Tú, Thu, Tam, Trang, Thão, Tien, Nhän, An, para que puedan salir adelante en el trabajo de restauración. Les enseñan hospitalidad y a hablar inglés.
Recomiendo prueben los dumplings white rose que se mojan en una salsa nuoc cham con ajo, chile y salsa de pescado, y la sopa de fideos típica de la zona llamada Cao Lao. Empecé comiendo por una buena causa.
Al siguiente día pedí el Pho Bo. Esta sopa vietnamita es una gloria. La mezcla de especies y el caldo están diseñados para levantarte el espíritu y arrancar la mañana con ímpetu. En Vietnam la gente desayuna pronto por lo tanto almuerzan y cenan temprano.
El café llego en una especie de cafetera que se coloca sobre la taza y va goteando el café. El problema es que hasta que termina de filtrar se enfría. El jugo de naranja lo sirven sobre hielo y con un popote sicodélico de colores. Las servilletas las colocan en forma de círculo.
En Hoi An se acostumbra a tomar un masaje varias veces a la semana. Por solo 20 dólares te lavan los pies al llegar, te sirven un té de jengibre azucarado yte dan masaje de una hora. Cerca del centro hay varios salones de belleza donde te brindan este servicio.
Continué mi camino hacia Morning Glory, uno de los restaurante emblemáticos de Hoi An. Fui a pagar una clase de cocina que tomaré mañana.
En Bale Well, un restaurante popular, comes delicioso por 5 dólares. El platillo emblemático que la llevó a la fama consta de varios platos: un gran plato con ensalada verde con menta, lechuga, pepino, albahaca y otras hierbas locales; otro plato con papel de arroz; v otro con encurtidos de zanahoria, col y salsa picosota. La idea es hacer rollos con satay de cerdo (Nem Nuöng), pancakes de arroz ( Banh Xêo), Spring rolls (Ram Cuôn) y cerdo a la parrilla. Se hacen rollos colocando la ensalada, el encurtido, el satay de cerdo y un spring rol untado en salsa. Conversé con Mai de 55 años, una mujer muy arreglada y que se exhibe por las mesas cargando su cartera cruzada por el hombro. Mal se maquilla mucho, algo extraño en Vietnam. Abrió el restaurante hace 20 años.
Me recoge el hermano y como no funcionaba el cierre de mi casco, se saca el suyo super sudado y me lo pone sin preguntar. El olor me perduró por unas horas pero «me cuidó el cráneo».
Una pareja de Australia acaba de llegar al hotel. Hoi An es popular para los australianos. El vuelo solo dura 7 horas. Decidimos salir a cenar juntos al restaurante Morning Glory. Deliciosos crêpes de harina de arroz hechos en casa y rellenos de camarón molido, cerdo, hongos, brotes de soja y zanahoria. Los vietnamitas consideran a este platillo, Bahn Cuon, de días de lluvia porque requiere de tiempo para hacerlo. Se sirven con papaya verde, encurtido de zanahoria y hierbas frescas coronadas con echalotes fritos y acompañados de una salsa agridulce. Son sutiles y muy delicados. Hay que tener destreza para tomarlos con lOs palillos y untarlos en la salsa de pescado sin desbaratarlos.
Recomiendo ordenar también la ensalada de papaya verde, cortada en juliana, con carne y ajonjoli. En Cargo Club, al frente del restaurante, encontré a Vy, importante chef de Hoi An.
No hay que dejarse engañar por el delicado físico y aparente fragilidad de Miss Vy, como llaman a la chef en Hoi An. Es una luchadora y una mujer de negocios exitosa que lleva treinta y cinco años en la cocina. Vive en Hoi An, un bello puerto declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco que tuvo sus años de gloria en los siglos XVI y XVII, cuando era el puerto principal del sudeste asiático. Lo poblaban chinos, hindúes, japoneses y holandeses.
Los padres de Trinh eran propietarios de un restaurante en Hoi An y en 1990 ella se encargo del negocio. Es una luchadora y una mujer de negocios exitosa que lleva treinta y cinco años en la cocina. Más tarde encontró un local en la calle Tra Phu y abrió Mermaid.
Aún recuerda los primeros cien dólares que ganó. En esa época era mucho dinero en Vietnam. Ella fue la primera chef en Hoi An que tuvo comensales extranjeros en un restaurante vietnamita, pues era el único con un menú escrito en inglés. Desde el día en que cuatro americanos entraron en su restaurante, el éxito creció exponencialmente. Muchos restaurantes copiaron los platillos de Vy y los turistas pensaron que eran platillos locales. La ciudad se volvió un destino gastronómico.
«Los ingredientes en Hoi An son muy frescos. Estamos cerca del mar y del río así que en tan solo cinco minutos en moto me llegan los ingredientes. Las hierbas de Tra Que, nuestro huerto, son fragantes y deliciosas gracias a que la tierra se fertiliza con algas fermentadas del río. Esto es único de Hoi An», exclama entusiasmada.
Se hicieron famosas sus recetas familiares como el pescado mackerel en hoja de plátano, los Wonton rellenos con camarón y bañados con una salsa de tomate y las crepes de harina de arroz rellenas de cerdo, camarones molidos, hongos, brotes de soja y zanahoria. Su Banh Xeo es algo fuera de serie: es de harina de arroz y leche de coco envuelto en papel de arroz para comer con las manos. Y ni hablar del Cao Lau hecho de fideos, cerdo y verduras coronado con croutons, influencia francesa. Su sabor único se debe a que los fideos se cocinan con el agua local proveniente de sus manantiales.
Tras Mermaid legarontas clases de cocina los aristas
querían aprender a hacer sus recetas. Como era de esperar, otros restaurantes también abrieron escuelas de cocina, lo que Vy tomó como algo muy sano para todos. Cree en la competencia como un arma para crecer. Así nace White Lantern, un amplio local para catering y cursos en la calle Hai Ba Trung.
Inmediatamente después se le presentó la oportunidad de viajar a Australia, cuando un cineasta quiso hacer un documental sobre ella. Ese fue su encuentro con otras culturas, quedando fascinada por los cafés europeos. Al regresar contactó con proveedores en Saigón y abrió Cargo Club, un café europeo en la calle Nguyen Thai Hoc, una locación maravillosa con vistas al río. Invitó a chefs de Australia, Francia, Malasia, España y Estados Unidos, y cada uno trajo nuevos estilos e influencias a su cocina. Luego le agrego toques asiáticos, mexicanos y del medio oriente. Cargo Club se convirtió en un restaurante de culturas.
En 2006 abre el restaurante Morning Glory en el corazón de la ciudad. Su estrella. El nombre del restaurante fue tomado de un vegetal el alimento que más se consume en Vietnam después del arroz. Este ingrediente es un símbolo para Vy, pues crece en cualquier tipo de suelo y clima. Es resistente y flexible, igual que el carácter del vietnamita.
Morning Glory cuenta con una cocina abierta en el centro del restaurante. Además en este lugar podía dar sus clases de cocina. Aquí se consagró la gastronomía vietnamita, siendo considerado comer allí una verdadera experiencia gourmet. En Morning Glory ofrece platillos como cerdo cocido en leche de coco y huevos de pato, o los deliciosos rollos vietnamitas.
El éxito la llevo a abrir The Market, restaurante y cooking school donde captó la esencia del mercado local al ofrecer una gran variedad de platillos de la calle, donde los comensales se pueden sentir seguros al consumirlos.
Esta concepción food courtes peculiar, pues ofrece la oportunidad de observar cómo se hacen los fideos de arroz y cómo se tuestan los cacahuates. El aire se impregna de la mezcla de olores del Banh Mi (pan) saliendo del horno y del Pho (sopa típica vietnamita) que hierve por horas. Mesas comunales colocadas en el centro del salón invita a que los comensales compartan la comida y la experiencia.
Este proyecto significa mucho para Vy, pues está atado a sus raíces y a su relación con el mercado.
Hoi A M se carateriza por tener una cultura gastronómica y sus especialidades son únicas gracias a su pasado como puerto de intercambio. Es importante mencionar la influencia de la dinastía Nguyen, la última línea de la familia real, que controló Vietnam desde la ciudad imperial Hué. De esta cocina real nace el platillo Banh Beo, pequeños y delicados pancakes de arroz. En cada receta vietnamita existe balance v armonía entre los sabores y las texturas, aplicándose la teoría de los cinco elementos: picante, ácido, amargo, salado y dulce. Además del crocante, chicloso, suave y sedoso. «Para nosotros todo está basado en el ying y el yang. Si un platillo tiene sabores picantes, que son yang, deben balancearse con sabores ácidos, que son ying. Estoy convencida de que la calidad de vida que tengas la rige la calidad de comida que consumes. Cocina bien, come bien, vive bien».
Hoi An es un melting pot de culturas y su tradición culinaria es muy fina. Las etnias que influenciaron la comida vietnamita son los champa, chinos, franceses, hindúes y los antiguos camboyanos llamados khmer
En el mercado está la vida. Pasé frente a la mesa de mujeres jugando a las cartas en su descanso. En su puesto venden cerdo. Del cerdo comen todo (la cara, el cerebro, la cola, las orejas).
Descubrí varios utensilios de cocina: el embudo para hacer flores de zanahoria; el famoso pelador con mil formatos; una mandolina estilo cuchillo; un utensilio para abrir el tallo del morning glory como en flor y así comerlo en ensaladas. Vi todo tipo de fideos frescos, y en especial los del Cao Lao.
Probé la mejor limonada de mi vida hecha con preserved lemons. En un puestito en la calle venden mango con tamarindo y una sal picosita de morir.
Caminé por el pueblo en el día de luna llena. Miles de linternas por todo lado para pedir un deseo. Se ve divino Hoi An con tanto color. Cada tienda tiene su mesita altar y en la noche el humo del dinero falso, que queman para invocar la nueva fortuna, invadió las calles.
Me encontré con mis amigos del cooking class Roberta y Sandy y fuimos a cenar. Descubrí el Cha Ca, que es un platillo de pescado con eneldo, cacahuates, fideos de arroz con taro. Interesante.
Ann Dang Beach está muy cerca del pueblo. Voya soul kitchen que está sobre la playa con palapas con sofás para recostarse. El aire está frío y el sol fuerte.
El street food entra al restaurante. Una señora vende tofu con jengibre y azúcar morena. ¡No me resisti! La delicadeza del tofu con sirope de jengibre resultó ser una revelación deliciosa.
Como es día de luna llena los budistas no comen carne. Hacen una dieta vegetariana por cuatro días. Comen tofu, taro (camote) y le dan forma del pescado o de carne tratando de imitarlas. Se supone que con este sacrificio ganan méritos. Quiero probar Hoann Thánh Chiên: wontons de cangrejo con una salsa de tomate y chi con ong que es jengibre y sticky rice típico de ano nuevo.
Ordeno My Quang. Es un platillo de fideos en un caldo con camarones, huevo de codorniz, cacahuate, salsa de pescado con chile y ajo. Todo muy bien balanceado.
Ya compré mi sombrero vietnamita, pero me queda enorme. Con un poco de viento se me sale. Aprendí cómo se apreta el lazo.
Intento conocer las recetas pero es difícil ver cómo las preparan porque las bases las hacen temprano en la mañana.
Conocí a Melissa. Está viajando por cuatro meses escapándose del frío de Montreal. Intercambiamos datos de restaurantes. Ella consiguió que a su grupo lo dirija un guía que se conoce todos los secretos. Me relajé demasiado y me fui del restaurante sin pagar. Me di cuenta a los dos minutos y regresé.
Llegó la hora de mi masaje en en Palmarosa Spa. El Asian Blend de una hora por 18 dólares me dejó como nueva.
Hoy voy a conocer un pueblo donde están los huertos que surten de verduras y hierbas a Hoi An.
Llegó una niña toda frágil en moto y me colocó una capa de plástico contra la lluvia. Me puso el casco y nos vamos llueva o relampaguee.
La primera parada fue en una casa en donde preparan el Cao Lao. El proceso inicia con el remojo del arroz; luego lo muelen con agua varias veces hasta obtener una leche ina y tersa, la cual dejan en un balde y esperan que se separe el agua. Conservan solo la leche que decanta. La hierven y cocen en un horno al vapor. A continuación la esparcen en unos canastos planos. La cocen al vapor dos veces. Hacen la masa y luego los fideos. Se cocinan con la ceniza, por eso el color café. Duran frescos tan solo tres días. Se pueden secar, pero si el clima no lo permite, pierden su producción.
Más tarde fuimos a visitar a la persona que cultiva los brotes de soja. Se ponen los mung beans (frijoles) en arena de la colina. Dejan que brote y los sacan de la arena y los lavan. La raíz es larga. Son más nutritivos que cuando los dejan desarrollar más.
Admiramos los templos en el camino y también divisamos los templos insertados en los campos de arroz.
Los vietnamitas son superticiosos. Los unicornios son los que protegen la entrada de los templos.
Hermosos los búfalos de agua que habitan la zona. El señor de la casa donde parqueamos la moto mascaba bitter leaf que le mancha los dientes de color rojo. Lo hacen porque piensan que los protege. La gente mayor la masca todo el día. El señor tenía 95 años y su hija 62.
Las casas en esta zona son de un solo ambiente. No tienen puertas. Todo está junto: las camas, el comedor, la moto y el ventilador.
Suelen colocar las fotos – como souvenir- de eventos especiales, como cumpleaños, y matrimonios debajo del vidrio de la mesa del comedor. Tiene un cuarto donde lavan y cuelgan la ropa y por supuesto el altar frente al comedor
En la tarde fui a Coco Box Farm Juice para encontrarme con su dueño, Jan Ekholm. Llegó a Hoi An después de haber vivido un año en Saigon. Decidió invertir en un pequeño negocio de jugos e ingredientes orgánicos en plena Le Loi, una calle muy transitada por turistas. Me aconsejó probar el restaurante Nu, de un chef vietnamita que trabajó en Nueva York con el chef David Chang. Nu tiene una cocina sencilla pero sofisticada.
Bun Bánh Bao Kep (steamed buns) con mayonesa picosa estaba excelente. El bollo de pan se consume mucho en la zona, herencia de los chinos que estuvieron en Vietnam. Piña grillada Thôm Nu.ông, con granada, coco joven en juliana. Fresca y delicada. Da lat:coliflor con curry agridulce, super sedoso y muy bien condimentado.
Arroz vegetariano con mayonesa para dar untuosidad, berenjena picante y vegetales asados, un poco quemaditos que levantan el sabor.
El restaurante queda en un calleión desde donde se puede observar la vida de los vecinos, que siempre tienen sus puertas abiertas. Salió la señora con inciensos. Bendice y los coloca en la entrada de su casa, donde tiene el altar. La vivienda al lado izquierdo tiene la ventana abierta de par en par. Diviso el closet que consta de un tubo contra la pared donde cuelga la ropa. Es un solo cuarto donde está todo.
El café es muy bueno. Mi favorito es Café Sura Nóng que es con leche condensada. El té lo cosechan las minorías étnicas en zonas salvajes de Vietnam y los expertos de Les Vergers de Mekong, hacen las mezclas.
En Baby Mustard dan clases de cocina. Enseñan a hacer spring rolls y pescado envuelto en hoja de plátano. Almorcé una ensalada de papaya con pollo y agua de coco. Hay que tener paciencia porque en Baby Mustard cuando haces tu pedido, recién van a cosechar las hierbas.
Acá comen todo el día caracoles minúsculos.
Tomé un café helado en la calle: te traen el vaso con una base de leche condensada y la cafetera; hay que esperar que cuele todo el café, revolver y luego agregarle el hielo.
Al otro día madrugué para ir al mercado Thanh Hà Fish. Organicé que el hermano de la recepcionista del hotel me llevara en moto. No hablaba una palabra de inglés. El pensó que solo me tenía que llevar y me abandonó en la mitad de la nada sola. Yo era la única occidental y entré en pánico. Algunas personas viendo mi cara de sorpresa se ofrecieron llevarme en su moto. Mi teléfono vietnamita me salvó y llamé un taxi con su ayuda. Me fui directo al Silk Village donde muestran el proceso de la seda y hay varias tiendas que venden prendas de seda.
Al regreso me topé con una escena surealista: una moto estacionada vendiendo pescados metidos en bolsitas de plástico.
No existe mercancía en este mundo que un vietnamita no pueda acomodar en su motocicleta. Su imaginación, talento y habilidad para transportar cualquier objeto no tiene límites.
Colocan en sus motos bicicletas, cerdos, colchones, lámparas, madera, arbustos y patos colgados del manubrio y de extensiones ingeniosas que les ayudan a soportar la carga y mantener un equilibrio envidiable.
Las ciudades vietnamitas se caracterizan por tener una alta densidad de población, calles estrechas y tráfico congestionado. A esto se le suma la costumbre de desplazarse a diario para realizar las compras. Les obsesiona la frescura de los ingredientes y acuden al mercado todos los días. Ahí adquieren gallinas (vivas que luego sacrificarán), hortalizas, carne y todo lo necesario para alimentar a sus familias ese mismo día. Los miles de vendedores llegan también en sus motos o bicicletas.
Las escenas son delirantes. Es difícil entender cómo una vespa tan pequeña aguanta tanto peso. Cajas de agua embotellada se colocan en el asiento trasero como cualquier pasajero. Prefieren hacer varios viajes para trasladar sus cosas que alquilar una camioneta. El costo es mucho menor.
Cualquier turista que vava a Vietnam se quedará con la boca abierta al ver estas escenas surrealistas. Las prohibiciones son mínimas. Al conducir una motocicleta, hay que llevar casco y no se pueden superar los cuarenta kilómetros por hora dentro de la ciudad. El problema está en que los cascos parecen de juguete. Son muy livianos y de pésima calidad. De ahí que existan tantas muertes por accidentes de tráfico.
El claxon lo usan sin cesar. Es parte del ruido cotidiano en las calles.
Las mujeres se trasladan en vespa todo el día. No les gusta caminar. No queda claro si la gente no puede andar porque las aceras están llenas de vespas estacionadas, o si hay tantas motos, porque la gente no quiere ir a pie ni a la vuelta de la esquina. Van al mercado y atraviesan cualquier calle estrecha. No se molestan en bajarse para realizar la compra.
Tan solo se agachan para escoger el producto que más les gusta. Van acumulando -con destreza – lo adquirido y luego regresan a casa y jentran hasta la cocina con la moto para descargarla!
Muchas veces circulan por las aceras, aunque esté prohibido.
Para incorporarse a la carretera casi siempre van en sentido contrario y hacen maniobras increíbles para cruzar a la dirección correcta.
Los vietnamitas al detener la moto frente a un semáforo en rojo tienden a aglomerarse. Están tan cerca que se puede oir su respiración. No es extraño que se quemen las piernas con los tubos de escape de las motos cercanas.
En Vietnam cruzar la calle es un reto. Los peatones que divisan motocicletas con cargas deben tomar precauciones.
Nadie va a parar para dejarlos cruzar. Tampoco lo debes hacer tú. Debes pasar sin detenerte. El truco está en caminar a un paso constante, ni lento ni rápido, con decisión y confiando en que los magníficos conductores vietnamitas sabrán sortear y esquivarte con su habitual destreza. Solo debes mirar al frente y olvidarte de las cien mil cestas, espejos, veinte sacos de papas y cajas de huevos montados en la parte trasera.
Hombres, mujeres y niños suelen llevar una mascarilla de variados estampados para protegerse de la contaminación. Las venden en cada esquina.
A menudo, las chicas llevan un sombrero de ala ancha bajo el casco, guantes y calcetines y una sudadera ligerita, todo para protegerse del sol y conservar la piel blanca.
Está permitido que viajen un máximo de dos adultos en cualquier modelo y que lo hagan con todos los niños que quepan. Hay madres que llevan a sus bebés colgados entre las piernas y tres niños acomodados en fla a su espalda agarrados unos a otros.
Gran parte de la comida que se consume en Vietnam se transporta de las granjas, puertos y huertas a los mercados y restaurantes en motocicleta. En vez de transportar toda la carga en camión, llevan pequeñas cantidades todo el tiempo y la moto es el medio preferido para hacerlo.
No es raro encontrarse con una que le ponga el pie a la bicicleta para apoyar al amigo que va cansado con la carga. El ingenio y la necesidad suplen la potencia de estas máquinas. La maña de los pilotos hace milagros.
Decido ir a Danang a visitar las montañas de mármol, al Cham Museum y a almorzar.
Pasamos por el Dragon Bridge y llegamos al restaurante Apsara. Con doce dólares comi pescado al jengibre , spring rolls de cangrejo y una cerveza. La idea es que te hagas un rollito con piña, pepino y hierbas y el spring rol.
Los puestos de street food se mueven bastante. Ya no está el de los donuts. Ahora está uno que vende elotes asados. Estoy buscando el puesto del señor que vende unas obleas maravillosas que rellenan con coco.
Pasé un puente para llegar a Can Nam Island, un lugar muy tranquilo.
Las familias se reunen y comen juntos. Hacen su altar y lo llenan de comida. Lo adornan con cosas de cartón que luego quemarán. Ahí le agregarán la plata de papel.
Me encontré con Catherine Besh, una chica americana que está a cargo del Vietnam Animal Welfare Organization. Sus padres vivieron en los años setenta en Vietnam, por eso ella decidió visitar Vietnam. Me contó que en estas épocas de Tet se roban a los perros y gatos para comérselos por esa razón los tienen que cuidar más. Anoto en mi agenda no comer carne durante Tet.
Volví a The Market. No me resistí y pedí Ban Xeo. También carne envuelta en beat leaf que vienen con un fideito delicioso.
Día de excursión a My Son. Un pequeño centro de los Champa (hinduismo), Shiva Lingha, Yuri y otros dioses.
Bastante destruido por los bombardeos. El día nublado pero al menos fresco. El guía era un payaso simpático. Está cerca del pueblo Duy Phe en Quang Wan Province. En 1999 se volvió Patrimonio de la Humanidad por Unesco.
La visita continuó en la isla Kim Bong, que se dedica a la carpintería. Llegamos por el río Tha Bon.
Al regreso me dirigí al restaurante Sea Shell en Ang Beach. Las calles huelen a salsa de pescado. En Sea Shell la dueña está enferma asi que me atendió la hermana que está de visita. Vive en Francia, y viene en época del Tet, año nuevo, pues es cuando los vietnamitas se toman vacaciones pues trabajan todo el resto del año. Salieron de Vietnam cuando tenían 5 años. Ella se instaló en Francia pero su hermana vivió en Taipei por 30 años. Habla chino perfecto, inglés, francés y vietnamita.
Muy bonito lugar cerca de la playa. Las paredes azules y blancas traen el mar dentro del ambiente de sillas y mesas antiguas que visten con manteles bordados traídos de lalpel.
Ordene calamares al vino blanco con ajo y perejil y un arroz frito de mariscos. Me dejaron ver cómo hacen el arroz en un wok freir cebolla, luego agregar ajo y después los calamares y camarones con zanahorias, ejotes y el arroz. De último agregar omelette cortado en juliana.
Al día siguiente me alojé en el hotel Nam Hai.
La oferta gastronómica a cargo del chef Richard Wilson incluve cocina india y vietnamita. En la terraza, el menú de la cocina local contempla probar el plato típico de Höi An, el cao lãu, rollos primavera, wonton de cangrejo y ensaladas exóticas.
Además, tienes oportunidad de elegir entre una gran selección de palillos, con los que comerás mientras escuchas a los músicos interpretar canciones tradicionales.
También resulta buena idea tomar una clase de cocina y aprender trucos básicos de la culinaria vietnamita. La clase se desarrolla en la cocina al aire libre.
El spa, con ocho villas privadas, parece flotar sobre un lago con flores de loto, rodeado de palmeras. Cada villa tiene cama para masaje sencilla o doble, un área para relajación y duchas de vapor; debido al diseño de las ventanas francesas, quedas en absoluta privacidad. Alli recomiendan varios rituales: el más completo es el oriental, un masaje de aromaterapia de pies; también están el masaje jade, el facial de 60 minutos, la reflexología thai, el tratamiento con cristales del Himalaya y una ceremonia de baño oriental.
Vuelo de Da Nang a Ho Chi Minh para encontrarme con el grupo del crucero de Aqua Expeditions Mekong. Un barco cinco estrellas que por cuatro días nos maravillará mientras atravesamos Vietnam hacia Phnom Pehn, Cambodia, por el río Mekong Delta, uno de los más grandes del mundo.
El encuentro con el grupo fue en el Park Hyatt de Saigón.
Nos trasladamos al barco que nos esperaba en el puerto My Tho. Nos recibió un buffet de aperitivos y un jugo de caña de azúcar reconfortante. Después nos escortaron a las cabinas donde ya estaban acomodadas nuestras maletas.
Atravesamos el hall del barco que luce arreglos de flor de lato, símbolo de pureza, hasta llegar a nuestras habitaciones.
Son espaciosas, elegantes y muy cómodas. Sus inmensos ventanales hacen que el paisaje se inserte en la suite y te sientas rodeado de naturaleza.
Empieza nuestra aventura.
El llamado es a las 6 am. El desayuno se sirve a las siete de la manana.
La visita comienza en CaiBe Floc Ting Market. Un mercado fluvial especialísimo. Cuatrocientos sampans transportan todo tipo de productos al por mayor: melones, sandías, piñas, arroz, mangos y flores.
Luego visitamos una fábrica donde se hacen dulces de coco.
Vimos el proceso desde la extracción de la leche de coco hasta la cocción para luego formar los dulces. En el trayecto disfrutas del paisaje y de los botes vivienda que habitan el río. Te conviertes en parte de su vida cotidiana pues en el río se vive sin privacidad.
Volvemos al barco con ilusión pues es hora de la comida y sabemos que el chef es David Thompson, reconocido como el cocinero número uno de Asia. Devoramos la entrada de camarones miniatura alreados y crocantes y los cangrejos con pimienta negra. La experiencia gastronómica continuó con cangrejo, toronja, jengibre y hojas betel; fideos de arroz cambodianos con pollo y salsa de jengibre salvaje; curry de pescado del río. De postre, un sirope hecho con pandan, hoja local, piña en juliana, papaya, mango y longan sobre hielo. Muy refrescante.
Viajar por el Mekong Delta es un privilegio. Y más aún visitar los pueblos aledaños.
Desembarcamos en Binh Thanh Island donde apreciamos a los artesanos tejiendo alfombras con materiales autóctonos. Observamos los sencillos templos donde los creventes practican el budismo hôa hão, una suerte de sincretismo indígena que enfatiza la modestia en sus ofrendas. Ahí interactuamos con los ancianos locales para conocer su vida antes, durante y después de la guerra.
Las calles de tierra están bordeadas por árboles de jack fruit, una fruta adictiva con sabor a piña y platano.
Navegamos por el río y divisamos piscinas de tilapia que luego empacarán de una forma curiosa: en talegos dentro de bolsas de agua con oxigeno para transportarlos a Saigon vivos.
Luego visitamos un templo comunitario y tuvimos una charla con la pareja que lo cuida. Nos relataron su vida durante la guerra.
Regresamos al barco con el corazón en la mano. Afortunadamente nos espera una habitación recién arreglada la limpian y refrescan las amenidades cada vez que desembarcamos) donde el sofá frente a la ventana invita a descansar y meditar. O también puedes revisar el correo pues en este barco sí hay internet. ¡Un lujo!
Cada noche hay una charla sobre la cultura del lugar que visitaremos al día siguiente y donde nos ensenan palabras vietnamitas básicas como Xin Chão, que quiere decir hola. Nos explican cómo la economía en Vietnam arrancó en 1990 gracias a que el presidente Clinton eliminó el embargo.
Luego de la charla proyectaron en la sala de cine la película Lovers, filmada en Saigón. Nos consienten con una copa de vino y mantas para taparnos.
Al otro día seguimos visitando la vida cotidiana del río. Vimos transportar patos que llevan al mercado para vender. Los pintan de colores para distinguir a que familia pertenecen.
Paseamos por el canal An Long hasta el santuario lam Nong, el parque protegido más grande del sur de Vietnam. En las 7,300 hectáreas pudimos disfrutar de la inmensa variedad de pájaros que lo poblan. El guía -con libro en mano- nos explicaba cada especie que divisabamos.
Esta noche cruzaremos a Cambodia por la frontera ka’Am Samnor. Habrá charla y proyección de la película Kiling Fields.
Escogi visitar Hanoi a pesar de que es la peor época del año porque todo está cerrado por año nuevo. Nunca imaginé que la gente cierre sus negocios por tantos días.
Me alojé en el Golden Silk Boutique Hotel en pleno Old Quarter. Estupenda locación para pasear cerca del lago en la calle Hang Gal. El regalo más grande de Hanoi fue conocer a Nghia Luong y a Adam. La familia es propietaria de varios restaurantes y cafés en Hanoi. Los conocí porque paseando por el centro ví un almacén de mochis, y no me resisti porque me encantan. La puerta estaba abierta. Divisé zapatos al borde de la escalera y pensé que atendían arriba.
Me quité los zapatos y subí. Resultó que estaban en una reunión familiar. Viendo mi cara de sorpresa me regalaron una mandarina deliciosísima y 2 mochis. Además llamaron por teléfono a Can Go, uno de sus restaurantes, e hicieron una reservación a mi nombre.
Al otro di casualmente volví a ver a Nghia en Cy Cau. Se sentó en la mesa conmigo y ordenó crispy chicken, sopa con tomate y un consomé divino liviano que se le agrega encurtido de berenjenas y arroz para «terminar de comer bien y asegurarse que quedas lleno».
El puente de la Pagoda situada justo al frente del restaurante, lo iluminan de rojo brillante. Que noches de paseo por el lago! Disfruté de la comida que venden alrededor, los niños jugando y tantas familias compartiendo.
Sorpresa. Me invitaron la cena, me dieron un sobre con lucky money, con billetes de verdad y nuevecitos. Por buscar mochis la vida me regaló esta experiencia.
Fui a la pagoda del West Lake. Impresionante. Entra un gentio todos en silencio rezan con los billetes falsos entre las palmas de las manos.
Mi último día en Hanoi dí un paseo por el Old Quarter en un rickshaw y logré apreciar la arquitectura. Disfruté del street food local y comí guayabas enormes y picantes.
La gente en Vietnam es muy linda. Te quieren ayudar aunque no hablen ni una palabra de ingés. Me despedí con un café con huevo en Nguyen Huu Huan, visité el Hang Luoc Tet Flower Market y prometí regresar pronto. Lo haré fuera del mes que se celebra Tet. Seguro la experiencia será distinta y agradeceré haber estado en distintas épocas.