Texto y Fotos: Vivian Bibliowicz
La luz de la tarde está hermosa. Logra que el volumen de la fachada ondulada y el techo escultórico surealista de La Pedrera, se vea como si estuviese flotando. Me quita el aliento y decido entrar a visitarla. El edificio se construyó como dos bloques de viviendas intercomunicadas por grandes patios interiores. Se recorre un piso donde se puede apreciar la manera como vivía una familia burguesa a principios del siglo XX.
Lo más impresionante es la azotea. Las chimeneas están cargadas de una fuerza artística. Son grandes esculturas de guerreros que se observan como un gran ejército. Cuesta trabajo abandonar este panorama, pero quiero aprovechar la luz para visitar el parque Güell, realizado por Gaudí, que en 1984 fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. La mayor parte de la superficie está decorada con mosaicos hechos con trozos de cerámica de colores, como es el caso del enorme banco de 110 metros de longitud, recubierto por piezas de cerámica. Entré a una de las pequeñas casitas que parecen sacadas de un cuento de hadas y compré unos recuerdos hechos con mosaicos.
Ya está atardeciendo. Me siento contenta de esta visita mágica y quiero celebrarlo.
Llego a Paseo de Gracia, y alcanzo a ver la Casa Batló y su hermosa fachada, también obra de Gaudí. Nadie puede negar que Barcelona es una de las ciudades más bellas del mundo. El arte se respira en todos sus rincones.
Aprovecho que estoy en Paseo de Gracia y entro a Banker’s Bar, para tomar el aperitivo. Me han contado que para picar tienen delicias peruanas de Gastón Acurio. Cada lugar de Barcelona es vibrante y con diseño. Este bar está ubicado en el hotel Mandarin Oriental, edificio Art Decó de los años cincuenta, decorado por Patricia Urquiola, otro gran talento español.
El techo de Banker´s bar tiene incrustadas cajas fuertes originales y algunas cuentan con llaves. Me acomodo en la parte de atrás en uno de los grandes sofás con cojines. He recorrido la ciudad y me merezco un negroni. Me sorprendo con la carta y quiero probarlo todo. Inicio con un ceviche clásico de corvina, ají limo y cebolla roja que llega con choclo peruano, que es mi perdición.
Continúo mi degustación con chalaco maki de langostino, panko, aguacate, pescado blanco, salsa cevichera, chalaca y chipirones fritos. Por supuesto, acompañado ahora de una copa de vino blanco Albariño. El niguiri llegó a lo pobre: wagyu steak y huevo codorniz. Para que no me quede con hambre también me ofrecieron una maravillosa butifarra burger de cerdo ibérico, salsa rocoto y hoisin.
El final feliz estuvo a cargo de chocolate, quinoa garapiñada con cacao y helado de frambuesa y además, granizado de manzana y espuma de pisco aromatizada con hierbaluisa.
Después de estas opíparas picadas estoy lista para visitar La Sagrada Familia, obra maestra de Gaudí.