La innovación en el Valle de Guadalupe no acaba, visitamos el hotel Agua de Vid en Ensenada y encontramos el fantástico restaurante Pancracia.
Estoy frente a Agua de Vid. Un nuevo proyecto que se suma a la oferta hotelera de la zona, que bastante falta le hace crecer. Facundo Gámez, director del hotel, me recibe con los brazos abiertos. No he comido y me instalo directamente en el comedor.
Texto y fotos: Vivian Bibliowicz
El concepto del hotel creado por su dueño Nacim Fadel y un grupo de gente joven que conforman su despacho, permite que desde el minuto que entras te sientas a gusto.
El lobby de Agua de Vid es acogedor y está conectado directamente con el restaurante . Toda la construcción está abierta. Literal. Sin ventanas , lo cual permite que el aire circule por todos sus rincones.
“Me metí en el tema de la construcción. No soy arquitecto. Siempre estuve en el negocio textil. Monté un despacho con gente de mi confianza. Yo quería hacer un proyecto de arquitectura sustentable. Un negocio inmobiliario enfocado al huésped. Decidí empezar con 12 habitaciones. La idea se transforma y terminé haciendo un hotel bastante cómodo, con dos pisos de restaurante y una terraza grande. Hemos crecido mucho en poco tiempo y nos toca adaptarnos. Tuve que venir a vivir acá pues manejar este tipo de proyecto a distancia, me resultó difícil. Pero te aseguro que cuando habitas un lugar de paz, todo cambia. Tuvimos un año y dos meses de obra. Lo hicimos muy rápido. Ahora tengo un ejército trabajando pues 12 habitaciones vendidas para el sábado que no están terminadas” comenta Nacim preocupado.
Los hoteles en el Valle de Guadalupe siempre están vendidos. Por esa razón es importante que existan nuevas propuestas. Fadel lo sabe. Le interesa además, preocuparse por ese mercado joven que le gusta quedarse en lugares bonitos, pero que no cuenta con tanto presupuesto.
Por esa razón crearon el concepto Glamping para gente que necesita una cama más barata.
Hicimos algo familiar estilo tribal . Son tipis con camarotes. Hay de hombres y de mujeres. Quienes más rentan son familias; hermanos con sus hijos. Cada tipi tiene nombre de una tribu de la zona. Hay una fogata en el centro. En total son siete habitaciones comunales y cuatro individuales” explica.
“Hay que poner orden al crecimiento desordenado del turismo acá en el valle”, comenta y agrega: “debería ser obligatorio tener un contrato de agua desalinizada. Sí se puede comprar agua. Yo no saco nada de agua de los pozos. Me llegan pipas de agua”.
La Cocina
El restaurante Pancracia está a cargo de Ruffo Ibarra, primera generación del Culinary School de Tijuana. Él se encarga de los dos tipos de cocina que se ofrece: la de autor y la comfort food que está destinada para el bar; para atender a la gente que viene por algo qué picar y una copa de vino.
Se acerca a la mesa donde me encuentro con una sonrisa hipnotizante.
“En Baja California para donde voltees hay producto. Es como trampa pues acá un cocinero le queda fácil. Si quieres codorniz, mariscos, pescados o verduras los encuentras fresquísimos. Ostiones, almejas generosas, almejas chocolata, codorniz, atún, jurel, erizo, pulpo y pata de mula. ¡Hay de todo!
Ruffo trabajó cuatro meses con Massimo Bottura en Osteria Francescana en Italia. Tiene claro lo que quiere hacer. Aprendió a no desperdiciar productos. Aprovecha todo.
“Las nuevas generaciones quieren hacer cosas bonitas y se les olvida el sabor, que es lo más importante. Despertar e irte a un huerto y cosechar las verduras y servirlas el mismo día es lo máximo. A mis 25 años conseguí un préstamo para 30 metros cuadrados y abrí un localito para antojitos mexicanos en un food court en Tijuana, que casualmente está ubicado cruzando la calle de mi restaurante actual: Oryx Capital. Mi inspiración y mi escuela empezó en casa con mi mamá y abuela. En la calle, comiendo tacos y tostadas. Javier Plascencia fue mi mentor. Me impresiona todavía cómo aterriza sabores en menos de cinco minutos. Quiero hacer una cocina que transmita y no que se enfoque en el Instagram”.
Ibarra cree en el desarrollo del Valle de Guadalupe y le agradece mucho a Javier y a Benito Molina por haberles abierto puertas.
También, una parte importante, fue el Culinary Institute de Tijuana que fue un parte aguas. Todo comienza en la educación. “El bajacaliforniano viaja y es súper picky. No acepta cualquier cosa. La frontera para mí es inexistente. Tengo amistades muy cercanas del otro lado del charco. Hemos adoptado mucho de California y California de nosotros.Estamos aprendiendo un montón sobre la cultura del vino y de la cerveza artesanal, pues San Diego es cumbre en este tema y aprendemos de ellos.
“A los californianos nos otros les hemos aportado sabor. Compartimos el mar, el micro clima y les hemos compartido esa calidez mexicana que ves en un mole, un pozole, que tienen mucho cariño y vienen de casa”.