PRIMATES

Por Ivan Ulchur

¿De qué manera la identidad se despedaza hasta quedar en esqueleto? ¿De qué cuerpo hablamos, si está desajustado, ajeno a lo sensual y afín a lo anatómico? Hecho esqueleto el cuerpo empieza a mostrarse como el primer adentro de lo humano.

Hablemos de esta constructora de nuevos significados, que abarcan mucho más que aquella reproducción icónica de la realidad. Pongamos en movimiento nuestros ópticos sentidos para intentar encontrar esas metamorfosis provenientes de un trabajo que, como el de Vivian, se propone desfigurar las realidades visibles del cuerpo.

Entonces se me ocurrió que su obra se encuadraba en una estética de fragmentación, como para intentar asirnos a lago más seguro. Luego acordamos que el fotógrafo testificaba la realidad y que el artista se remontaba a una conciencia  significante de espacios trasfigurados, de dimensiones cinéticas. Y en este paso es más valedero preguntarse sobre las lecturas extrañadas de nosotros, los que aisistimos  a esta exposición en calidad de copartícipes de una escena ambigua, al no saber si estos acetatos nos hacen salir del cuerpo vivo vestido, enmascarado o entrar al cuerpo despojado convertido en radiografía.

La radiografía. El cuerpo. La herramienta  de la computadora. Los acetatos impresos. Auras. Zodíacos. Las fotografías digitales. El cuerpo. Fotocopias. La sensación de sentirse en una clínica con paredes de láminas de aluminio. Lo impersonal. La ruta de la descomposición. El cuerpo incierto, diseccionado, hecho venas parecidas al cuerpo vegetal, a los árboles. El cuerpo escindido, negado en su composición de organismo vivo y reconocido en su carácter de imagen fantasmagórica.

El cuerpo de la artista se constituye en geografía que encubre y descubre.

Que encubre lo que lo corporal tiene de frágil y gelatinoso y descubre lo que lo corporal tiene de efímero, de mortal. El cuerpo que se esconde en irónicos cajoncitos, en manchas, en señalizaciones, en huellas dactilares hasta que unos dedos misteriosos intentan detenernos o impedir inutilmente que sigamos hurgando en esas desnudeces que recuerda Quevedo: » Espíritu desnudo, puro amante, sobre el sol arderé, y el cuerpo frío se acordará de Amor en polvo y tierra».

Nos preguntamos sobre las identidades trozadas que cada cuerpo disimula. Sobre los cuerpos reducidos a corsés o camisas  de fuerza que ocultan siluetas femeninas, solo reconocibles por una luz cercana que la deja entrever, como si todo cuerpo caliente  y orgánico, al igual que un texto escrito, fuese la superposición de múltiples apariencias latentes, casi invisibles, pero, al fin y al cabo, humanas a pesar de su envoltura fantasmal.

Los primates nos recuerdan el instinto primario, el mono desnudo, la indiferenciación básica de lo humano; tal como en estas muestras polarizadas de Vivian Bibliowicz, donde los cuerpos se despellejan ante nuestros inseguros ojos, que se resisten a separarse de la realidad verista y a entrar en esta clínica de osamentas. Desde los hueso podemos empezar  a decir que todos los cuerpos , a la hora de la hora, son la misma vaina.

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